UNO
Contenido confuso
cae amontonado
dentro de mí,
y se hace latido
mientras me consume el ansia
de lo ilegal,
de dinamitar el lazo que ata la vida
a los mástiles y velas que la impulsan
a la vez que sigue la estela navegante,
la misma,
siempre,
con una ola tras otra,
y sus batallas navales,
tan hipócritas como su moralidad
o su estrecha conciencia.
Codiciada esa isla remota
con los nervios flotando alrededor,
convertidos en una extensión humana más,
que no es otra cosa
que un apéndice de la soledad venerada,
requerida,
tantas veces,
para poder imaginar canciones nuevas,
llenas de océanos desconocidos
que habitan aún en nosotros.
Desciendo incómodas metáforas
para llegar al interior de los contenidos
Y PIDO MÁS,
QUIERO MÁS, MUCHO MÁS,
MÁS POESÍA,
MÁS LITERATURA DE VERDAD,
libre de infantilismos facilones,
de romanticismos cursis
y versos muy cuchi-cuchi
que visten la galantería de colores.
QUIERO MÁS
POESÍA AUTÉNTICA
que haga sentir la respiración,
el contenido del alma,
y sus venas, su aliento,
ese brillo en la sangre,
capaz de rozarte la piel
y producir un escalofrío
mayor que el horizonte
con su olor a lejanía,
y chimeneas
llenas de sensaciones afiladas,
o atenuadas,
que se mezclan suaves
insinuando su seducción
o soltándola a bocajarro,
mientras la nostalgia se aparta
dejando libre otra ruta.
Una vida extensa
salpicada de miradas
con textura marítima,
hecha de azules misterios
y de viajes que no cesan.
Tesoros habitando imaginaciones,
remos que destrozan
todos los paraderos conocidos
que viven anclados
en enigmas que ya han memorizado,
y que temen
hacer descubrimientos
más allá de su carne y sus pulsiones.
Está ahí, todavía,
un mundo que no entiende
su propia historia,
que se para
a contemplar viejas estatuas
en tanto él mismo
es contemplado por el cielo
en sucesión inabarcable de infinitos.
Nos repetimos hasta lo insufrible
en aciertos y desatinos,
en provocar,
una y otra vez,
las mismas heridas
en los mismos seres,
y no somos capaces
de dejar nuestras orillas
para llegar a conocer otros mundos.
Ahogados en el desierto
del tiempo pretérito,
de nada sirven glorias
conquistadas con sangre ajena
cuando pretendemos lanzar palabras
al aire y al mar,
cuando queremos lanzar nuestros delirios
en campo abonado
para que florezcan atmósferas genuinas
y la actualidad sea, aparentemente, feliz.
Hemos aprendido a aprender,
y no aprendemos.
Nos equivocamos, acertamos,
nos engañamos
difundiendo orgullo en una civilización
pretendidamente moderna
que navega con peligro entre temporales
y vías de agua,
mientras, despacio,
expande su dulce apariencia envenenada,
o penetra, con fuerza,
hasta el fondo de sus sueños,
para ir a estrellarse contra su imagen
que la espera en el espejo.
Y le llamamos FUTURO,
o algo así,
aunque no sepamos muy bien lo que es,
si es que es,
ese tiempo,
o cómo se conduce o se negocia con él,
con ese barco
que es puro naufragio
antes aún de suceder.
Y lo que ocurre,
lo que de verdad vemos
y podemos constatar
es que el ser humano es hermoso,
a pesar de sí mismo,
con sus luces y sus sombras,
equivocadas o no.
Porque somos imperfectos,
y en el fondo eso nos gusta,
pues nos hace diferentes,
y sobre todo,
porque amamos ser,
incluso, sin estar.
Así:
medio confusos, torpes,
espabilados o sabios.
Humanos nada más,
nada menos.
Somos.
Incoherencia pura.
© María Villar Portas
Excelente María tu poema, como nos describes, está lleno de una fuerza interna de la cuál personalmente me estremece. Gracias una vez más poeta. Un abrazo grande y cariñoso. Ghis.
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Muchas gracias a ti, Ghis, por hacerme los honores de entrar a leer mi poema y comentarlo. Un abrazo afectuoso para ti desde Vigo hasta Chile.
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